Como un montón de otras obras recomendadas, "Las Memorias de Mamá Blanca" fue a la lista de lo que no debía perderme. Tuve el libro esperándome en un librero, hasta que lo perdí; como es natural: entonces quise haberlo leído.
Hace unos días, vi mi libro perdido; en realidad, otro objeto pero igualitito que el mío -como han de ser los 5000 ejemplares que imprimió CONACULTA en 1989-. Quien lo estaba leyendo, me lo dejó. Me metí en Piedra Azul. Qué sorpresa la foto de Teresa de la Parra y su caligrafía: debería ser otra, diferente.
Cómo no va a ser difícil que algo le guste a un lector que ha pasado por cosas como ésta.
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