Me concilié con Octavio Paz, leyendo una entrevista que le hicieron sobre El laberinto de la Soledad. La persona del señor no me agrada; pero ahora puedo disfrutar leerlo. Lo que realmente me disgusta no es tant el señor Premio Nobel, sino el montón de adultos que le adoran, que se sitúan junto a él como adolescentes.
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