Vas a lavar y salen plumas amarillas de las bolsas de los pantalones. Vas a buscar un bolígrafo al escritorio y encuentras plumas amarillas que se te quedan pegadas entre los dedos. Piensas: "esto es de algo emplumado y amarillo".
- Mi vida, ¿tienes un pajarito?
- No.
- No podemos tener pajaritos porque dejan todo lleno de plumas. Te dije el otro día que...
- NO tengo un pajarito.
- Pero ¿has estado cuidando al pajarito de un amigo?, porque hay plumas por todos lados...
- No, no he estado cuidando a ningún pajarito.
- Entonces habrás estado en el puesto del pajarero porque tus cosas están llenas de...
- NO. Ya dije que NO. Me estás cansando.
Abres el cajón del buró y salen plumas amarillas que se te quedan pegadas en la blusa; cuando intentas quitártelas de encima, la estática provoca rayitos azules.
- Amor, no te quiero molestar, pero aquí hay plumas de pájaro, ¿de dónde salen?
- Otra vez. Ya me voy.
- No te vayas [nombre del susodicho]; dime de dónde salen estas plumas de pájaro.
- No sé. Yo cómo voy saber. No sé de qué estás hablando. ¿Cuáles plumas de pájaro?
- Estas plumas de pájaro.
- ¿Eso? No sé de dónde sale.
- Pues están en tus cosas.
- A ver... no son plumas de pájaro, son pelos de gato, del gato de [nombre del amigo del susodicho].
- Ah. Pues tienen forma de pluma y son amarillas, parecen plumas como de un...
- CONTIGO NO SE PUEDE, DEVERAS, si tú dices que son plumas de pájaro, no puede ser nada más que plumas de pájaro, ¿verdad?
Vas a decirle que ya está la cena. Ha estado muy ocupado toda la tarde. Abres la puerta del estudio. Un sonido melodioso te detiene en seco. Se inclina sobre sus papeles.
- ¿Qué se oye?
- ¿Qué se oye de qué?
- Se oyó un pájaro. ¿Tienes un pájaro ahí?
- Bueno, tú deveras estás mal.
- ¿Y esas plumas que tienes en el cabello?
- ¿Qué te pasa? ¿Tengo que dar explicaciones de todo?
- Nada más dime si tienes un pájaro ahí.
- NO.
- ¿Entonces por qué tienes plumas en el cabello?
- ¡Dale contigo! Mira, NO SÉ. No sé que haya en mi cabello, y ya me voy.
Buscas con la mirada por todos lados; no tuvo tiempo más que de meterlo en el saco, así que corres a alcanzarlo y le abrazas. Conoce tus intenciones, pero va a evitar una escena en la calle, así que te deja abrazarlo. Llegas a la bolsa interior. Lo sientes.
- ¿Qué es esto?
- No sé, ya me tengo que ir.
Llega a la casa, cuelga el saco en el perchero. Como si nada: beso, palmadita, "¿cómo te fue?" Más beso, más de lo que quiera. Esperas que vaya al baño... rápido... sigilosa. Si él dice que los dragones son peces, han de ser. Cada cual a lo suyo.
- ¿Qué hay de cenar?
- Higaditos.
Por Silvia Parque; licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 México.
Esta moraleja podría valer para cualquier secreto evidente: una amante, una mentira sobre el trabajo, una insatisfacción...
ResponderEliminarun saludo :)
Así es. Una persona se puede casi volver loca tratando de acomodar su percepción para que esté de acuerdo con lo que la otra persona niega.
Eliminar¡Un saludo! :)
No es fácil ocultar las plumas, siempre se escapa alguna. Un beso.
ResponderEliminarSIEMPRE, gracias a Dios ;)
EliminarUn beso, Susana.
Pruebas evidentes, y todavía te lo niegan, sólo falta el "cariño, esto no es lo que parece" Al final mejor hacerse la tonta, sí.
ResponderEliminarBesitos
Mu metafórica te veo yo a ti
Hacerse la tonta con una misma, no; pero hacerse la tonta "para afuera", para los demás, incluido el negador, vale, muchas veces conviene: así queda más fácil cocinar al pajarito y servirlo en la cena... digo yo que las metáforas son muy útiles como recurso psíquico para explicarse una la vida ;D
EliminarClaro, con una misma no, por supuesto
EliminarLa verdad me encanto
ResponderEliminarGracias. Es un gusto que te guste.
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