Me cuelgo un collar de ajos para espantar a los fantasmas. Sé que los ajos son para los vampiros, pero no tengo vampiros.
Les digo: “sé que no existen: desaparezcan”. Me dicen: “¿entonces a quién le ordenas?”
Me hago un pequeño monstruo de dos lenguas para que los fantasmas se sientan poca cosa, y se vayan. Ahora somos demasiados.
Por Silvia Parque;
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