Cada tanto, te enoja alguna expresión de mis defectos. A veces te disculpas por tener mal carácter. Puedo lidiar con eso; pero es común que digas que no puedes vivir conmigo, que estás harto, que lo estás hace mucho tiempo. Dejaste de decirlo cuando lo pedí, después de hacerte saber que lo tengo muy presente: que no se me olvida. Hoy lo has dicho otra vez. Suena claro, y ya me cansé de que no puedas, de tenerte harto y de que esté tan dicho. Hoy termino con nuestro patrón de enojos, y calculo amplias probabilidades de que eso termine nuestra relación. Las cosas no cambiarán si espero otros once meses.
No parece terrible. Es más pesado que la tristeza, menos escandaloso y más crudo; la tristeza puede embriagar y convertir todo un poco en fantasía. Esto nada más es lo que es: el final.
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