Como es lógico, todo se pone al revés con las vueltas: las cosas caen y hay vidrios rotos. Puede haber mareo. Nada queda cómo estaba.
Lo increíble está en que, si es una buena vuelta, el polvo se convierte en maná, lo que vale la pena se renueva y todo lo demás desaparece y aparece en la mejor versión de lo que haga falta.
De las malas vueltas no puedo hablar; deben ser terribles, pero no las conozco.

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