Entendí que no sirve pedir a una persona, "repárame". Quien puede hacerlo, cobra caro.
Entonces volvió a mi camino, el perro que lamía mis heridas cuando era niña. ¿Les parece sucia, la lengua húmeda de un perro en la piel abierta? A mí me curaba. Siendo mayor, no es lo mismo, porque no hay raspones, sino partes de la vida, descompuestas. Así que lo abracé y lo mandé a paseo. Pero me siguió. No me quería para repararme.
Por Silvia Parque; licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 México.
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