Andrés es un heredero desocupado que se espanta de encontrar vacía su existencia. En alguna parte del libro, el narrador o el personaje dicen que dejó su juventud sin usar; gastó el tiempo en aprender a no equivocarse. Ahora se angustia.
Hay esta joya en la página 70:
Luego él también iba a morir, y pasarían miles, millones, miles de millones de años, y de él no quedaría nada, y el planeta seguiría rondando por los negros espacios intersiderales hacia un destino absurdo e inexistente Y entonces él, que jamás se expuso a nada que pudiera ser más comprometedor que la comodidad, ya no sería más que sustancia química transformándose, mineral, y no habría aprovechado el privilegio cortísimo de la materia de ser un poco más -vida, conciencia, voluntad- por un segundo en millones de años en que todo era casual.
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