Palabra Breve: Ausencia.
"Fuera de casa": un fin de año en el hospital
Mis días han sido un poco difíciles...
Hace 5 días ingresé al hospital con un dolor muy fuerte. Los doctores detectaron el problema hasta ahorita y debo permanecer aquí porque no hay médicos especialistas para atenderme.
Mi ansia creció al principio, pero no perdí la esperanza. Tengo fe y sé que Dios pondrá los medios para que todo esto se acomode y pueda salir pronto para estar en casa al lado de mis hijos.
Jamás pensé que algo así llegara a pasarme. Yo jamás había sido internada; no tantos días: solo cuando fui mamá. Es tan desgastante para mi pareja y para mí. Han pasado tantas cosas... entre ellas, la muerte de una compañera de cuarto. En esos momentos quería salir corriendo. Lo único que hice fue llorar y llorar. No quería más que regresar a casa. Quería tener esos momentos maravillosos que todas las madres tenemos cuando estamos en nuestros hogares con nuestros hijos. Por segunda vez en mi vida, tuve mucho miedo; pensaba que pude ser yo o simplemente la muerte estaba rondando nuestra habitación y la pregunta del millón: ¿quién seguía?
Afortunadamente no ha pasado nada; estamos relativamente bien; algunas con dolor, otras un poco soñolientas, otras sedadas; una en especial siente que no encaja... soy yo. Gracias a Dios, a las 6:00 p. m. recibí la visita de mi amado esposo. Él estuvo conmigo en el lamentable deceso de Teresita. Trató de darme calma y toda la noche cuidó mi sueño. Para mí es un regocijo cada vez que lo veo entrar... Ayer dormí sin él por primera vez y creí que no podría, pues estoy tan hecha a él. Me llamó y hablamos hasta que le dije que ya dormiría. Hoy desperté y todo normal; creo que pude descansar. Mi otra compañera no duerme en las noches. Padece demencia. Comienza a gritar y se queja mucho. Es extenuante tanto para los que están aquí a su cuidado, como para los que estamos internos, y para ella es agotador porque no hay nada que la haga comprender cómo son las cosas.
Hoy, como ayer, pedí a Dios que tenga a Teresita en su santa gloria y dé paz y pronta resignación, pero sobre todo fortaleza, a su familia. Luego de eso, me levanté a bañarme porque recibiría otra visita. Mi madre vino a verme, dejando de lado todos sus pendientes. Como bien dicen, el instinto materno es tan grande... Obvio que ella vendría a verme cuando un día antes me sentía tan sola. Y me sentí dichosa y afortunada por tener aún con vida a mi madre. Pensé qué sería de mí sin ella. Jamás pensamos en eso; nos hacemos fuertes sin pensar en este tipo de cosas... Total, platicamos muy a gusto. Compartimos temas referentes a nuestra comunicación con Dios, donde tenemos un acercamiento tan maravilloso, donde estamos nada más él y yo, donde hago una plegaria y Él responde. Es tan hermoso porque me doy cuenta de su amor: que me escucha y me da paz.
Se llegó la hora de despedirnos. Mamá tuvo que irse porque mi pequeña hija llamó para decirme que me extrañaba, comencé a llorar y mi mamá dijo "ya me voy para estar con ella y que tú estés tranquila, yo la cuido". De inmediato clamé a Dios otra vez y le pedí que me ayudara con esto. Solo Él sabe lo que tiene preparado para mí, pero le pedí me permitiera salir pronto para poder ir y abrazar a mis pequeños y decirles cuánto los amo. Y aquí estoy tranquila porque no puedes creer en Dios y no confiar en Él.
Mi fe crece conforme pasan los días. Puedo decir con toda seguridad que es Dios quien le da paz a mi corazón y ¿saben que es lo más bonito de todo esto? Que lo hace de una forma maravillosa a través del amor de mi vida, mi esposo, quien está conmigo a cada momento. Él contribuye mucho a mi felicidad y tranquilidad; su paciencia me contagia. Somos tan diferentes, pero tan iguales en algunas cosas. En fin, esto es un poco de lo sucedido en mi vida esta última semana de fin de año. ¡Vaya año nuevo que pasé!, pero más que bendecida porque tengo vida y todo es gracias a mi Dios.
Con el paso de los días les hago saber el final de todo esto...