Si me hago un ovillo, acaricias mi lomo; si doy brincos, miras con desconfianza y reconvienes mi alteración. Nada más era una cosa la que necesitabas: una sola cosa; no puedo hacerlo, pero cuando pude, tampoco sonreías.
Un día, cuando me canse, voy a irme. Ahora voy al veterinario.
Él corta la cola; inyecta algo para que no se mueva lo que queda de rabo. Cambia el bozal por un collar que lastima si se escapa un ladrido. Y llegando a la casa me dices: "ya no eres un perro".
Sé que algo enorme va a venir a cortar mis patitas, a deshacer las dos alas brillantes que protegen mi abdomen. Sé que todo lo blanco que llevo dentro se va a desparramar. Pero ahora voy nada más a meterme aquí donde hay mucho oscuro, a ser nada más el bicho en que me he convertido.
Por Silvia Parque; licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 México.
No sé si pillo el sentido real Silvia, me cuesta mucho jugar con la abstracción de las palabras, pero conozco la sensación de adaptarte a lo que el otro espera de ti hasta que te diluyes y ya no sabes quien eres, y un día descubres que a ti no te satisface ver en que te has convertido, y lo que es peor, tampoco le gustas a aquel por el que te transformaste
ResponderEliminarLo pillas, Inmagina.
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