Salió a empezar a buscar trabajo esa misma tarde. Se ahorró los pesos de los camiones, al cabo, caminando podía ver mejor si en algún lado buscaban a alguien. Tres días después regresó al despacho por su liquidación y vio a Don Javier, que había ido a visitar; las muchachas estaban acercándole galletas. Andrés tuvo el impulso de recoger su taza, que seguía junto a la cafetera; pensó que debía llevarse las otras tres que él compró, pero tomó solo la suya.
Iba a ser muy raro andar cargando las tazas; pero ya qué.
Por: Silvia Parque
Hacerse el segundo de a bordo tiene esos inconvenientes. Yo que él me llevaba las tazas :-)
ResponderEliminarBuen post, me encantó. Un abrazo
¡Gracias, Albada! Yo creo que yo las habría dejado, pero me habría arrepentido porque seguro no se las merecían ;)
EliminarUn abrazo.